"La imaginación al poder"

martes, 28 de febrero de 2012

José

En un día atípico, José se despertó por su cuenta, sin haber escuchado aún el timbre del reloj. Curiosamente muchas veces se había intentado imaginar (como muchas otras personas, seguramente)  como sería la nada misma, sin tener mucho éxito, filosofando para sus adentros sobre la inexistencia de la materia, el tiempo y el espacio. Esa mañana, tarde, noche o nada en definitiva, abrió los ojos y quedó pasmado ante lo que vio. Más precisamente  quedó pasmado ante lo que no vio, que es el todo que compone el mundo en el que siempre había habitado. Solo un vacio, ante todos sus sentidos, olfato, tacto, vista, sonidos…nada.“ Si tuviera que describir que es lo que está pasando, me resultaría imposible” pensó. Claramente uno conoce a través de sus sentidos…”pero como describir algo que no se puede percibir a través de ninguna de las herramientas que contamos para entender lo que sucede a nuestro alrededor” reflexionó.  Y todo lo llevó a una conclusión lógica, estaba por fuera del tiempo y el espacio.  Se quedó pensando por un instante, un instante que pudo haber sido un minuto como pudo haber sido un millón de años.  Pero un instante en definitiva, porque  ¿qué es un minuto o un millón de años ante la ausencia del tiempo? No es más que un instante, el mismo instante. Pero no viene al caso, reflexionando llegó a otra conclusión lógica que ya la conocía desde hacía tiempo, pero ante este nuevo contexto José tuvo que replantearse todo. “Bueno, pienso…luego existo. Algo es algo” se confortó a si mismo. Lo que lo llevó a otros interrogantes y al más importante, ¿Qué hacer a partir de ese momento? Sin dudas vivir reflexionando y sumergido en las propias ideas por toda una eternidad en la nada misma tiene su lado atractivo. Pero lógicamente viene junto a la soledad, aburrimiento, estancamiento, agotamiento y soledad nuevamente. No se detuvo a pensar mucho en eso. Parecía que otra alternativa no tenía. Forma de terminar su vida no había. De hecho no sabía si todavía se lo podía considerar un ser viviente. Es decir en la nada misma no hay aire, sol, alimentos, nada. Sin embargo allí estaba, “vivo”.
José habitó la nada por tiempo incalculable, inmedible, inimaginable.  Sumergido en si mismo, contándose historias, recordando una vida pasada que cada vez se hacía más difusa al punto de confundirla solo con un sueño que alguna vez tuvo.  Ya no se consideraba a él mismo un hombre en si, ni un animal, ni un ser. Sólo era. Sólo estaba. Sólo existía.
En eso estaba José, intentando recordar cómo era el color azul, mezclando colores que se le confundían en su mente. Cuando miles, millones de partículas se empezaron a juntar ante sus ojos. Giró su vista pero no pudo ver la fuente de donde salían, simplemente la materia apareció. En un torbellino de unión, las partículas empezaron a tomar la forma de algo más grande. Y en un instante, una puerta de marrón ocre con una perilla de plata se materializó frente a José.
La examinó con cuidado, la sintió, la olió. Pero jamás la abrió. “La decepción de lo que pueda haber detrás de esa puerta podría llegar a ser peor que la esperanza de que algo pase y cambie en la nada misma” pensó.
 Y allí quedó el todo, José, la puerta y la nada. Por la eternidad, la infinitud del tiempo, del espacio, de la puerta y de la conciencia de José que sigue recorriendo sus propios laberintos que a la vez, también son interminables.